martes, mayo 18, 2010

Mes de las Flores, mes de María, en Alcaudete (3)

Los verdaderos protagonistas de este hermoso idilio amoroso de siglos de cofradías son las Sagradísimas Imágenes Titulares de cada una de nuestras hermandades y cofradías. Mientras Ellos permanecen inmutables al paso del tiempo, nosotros pasamos de largo, somos como la cera que se consume lentamente a lo largo de la Estación Penitencial.
Los costaleros forman parte de la nómina de la cofradía. No son ni mejores ni peores que el resto de los hermanos que conforman cada cortejo procesional. Ocupar un lugar bajo las trabajaderas supone para nosotros alcanzar un sueño. El mismo sueño que de niños cumplimos al vestir por primera vez la túnica de nuestra Hermandad. Nuestra ceguera, a veces, nos hace olvidar que de los pequeños detalles alcanzamos los grandes momentos. No tiene sentido buscar un protagonismo absurdo e innecesario. Cada costalero como cualquier hermano entiende su papel dentro de la Hermandad de manera particular. Los costaleros no aparecen por generación espontánea y sin previo aviso. Son hermanos que con el tiempo tomaron una decisión y sintieron que su lugar en la cofradía estaba cargando con el peso del amor y de quienes realmente dan sentido a la Hermandad. Debajo de un paso se viven experiencias inalcanzables para quienes no tuvieron la fortuna o bien no sintieron la llamada del costal del amor a Dios y su Madre. Momentos en los que las fuerzas flaquean y los kilos empiezan a caer como pesadas lozas, al instante un grito de ánimo que hace levantar los cuerpos y una cuadrilla que a un mismo grito hace olvidar cualquier señal de desfallecimiento. Existe mucho de verdad bajo la parihuela, pero como buenos hijos de Dios, esas mismas diferencias que puedan existir en cualquier ámbito de la Hermandad se traslada a las entrañas de nuestros pasos. Obviamente cualquier triste acontecimiento que atañe a capataces y costaleros suele tomar tintes de notoriedad en el seno de la Hermandad y como reguero de pólvora se extiende al exterior. De una pequeña chispa puede originarse un gran incendio. La labor del capataz es difícil y en ocasiones poco gratificante. Establecer hasta donde debe llegar el capataz y cuales son los límites del costalero es tarea ardua y complicada.
Indudablemente el capataz debe tener voz y mando, siempre siguiendo las directrices marcadas por la Junta de Gobierno y sin extralimitarse en el ejercicio de sus funciones. Capataces y costaleros son dos distintas acepciones que confluyen en un mismo fin: pasear a Dios y su Madre por las calles de Sevilla como bien se merecen, manteniendo siempre la idiosincrasia y el sello propio de la Hermandad. Lamentablemente, y en más ocasiones de las deseadas, la relación entre capataces y costaleros no es todo lo fluida y cordial que sería de desear. La falta de entendimiento radica en la ausencia de un diálogo fluido y sincero, y de esa mano izquierda tan necesaria en la figura del capataz a la hora de comunicar a un componente de su cuadrilla una decisión un tanto dolorosa para él.
Una vez más debemos ser ecuánimes al plasmar nuestra particular visión sobre un tema un tanto extrovertido y no caer en la injusta generalización.






AUDIO: JUAN MANUEL MANTAS,
CAPATAZ DE LA VIRGEN DE LA CABEZA


AUDIO: MANOLI VÁZQUEZ,
ANDERA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA

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