sábado, noviembre 07, 2009

Vía pública

Reproducimos un interesante artículo de VICENTE OYA RODRÍGUEZ, publicado en Ideal Jaén

El otro día escribía yo aquí sobre la calle, sobre la ciudad, que es, ciertamente, como nuestra segunda familia, ese espacio vital al que estamos entrañablemente vinculados. Vuelvo sobre el tema para resaltar algo tan elemental que no admite duda. Que la vía pública no es de nadie, en particular, y sí de todos los ciudadanos. Y que, por ésta razón, por dignidad personal y por respeto a los demás, estamos muy obligados a respetar a la ciudad, respeto que hemos de hacer llegar a todos y a todas los que circulan por la calle. Hay gente que, por falta de urbanidad, por mala educación, estorba por su fatal comportamiento. Frecuentemente nos encontramos con mozalbetes, sobre patines, por las aceras, capaces de arrollar a los viandantes, niños, personas mayores, mujeres embarazadas, creando situaciones peligrosas. ¡Y llame usted la atención a esos desaprensivos, porque puede surgir un problema de orden público! Frecuentemente también nos encontramos con gente que habla a gritos, con muy malos modos, produciendo ruidos innecesarios. Por otra parte, con independencia de las obras temporales, la visión del paisaje urbano es desagradable con agresivos pintarrajos en las fachadas de edificios públicos y privados. Hasta hay pobres que piden regañando, con exigencias. Uno, en definitiva, puede pensar que esas personas, que están en la exclusión social, pueden tener sus razones para obrar de esta manera. Es posible. Pero nadie, en particular, ha de cargar con las culpas de situaciones lamentables.
Es tal el cúmulo de cosas desagradables que nos podemos encontrar en la vía pública que, ciertamente, bien merece todo esto una reflexión para tratar de contribuir a una solución de éstos problemas. Hay que pedir soluciones a las autoridades competentes, pero, por otro lado, como digo, todos y cada uno de nosotros tenemos que poner de nuestra parte. La calle, la plaza, la vía pública, como está mandado, ha de ser ese sitio de todos donde sea posible, en un ambiente democrático, disfrutar de una convivencia. En esa convivencia, que nace del respeto mutuo, se afirma y se reconoce la ciudad con sus mejores virtudes. De eso, al final, nos alegraremos todos y también tendrá su repercusión positiva en el mobiliario urbano, tan maltratado, y que pagamos todos con nuestros impuestos.

Fuente: Ideal Jaén

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